Invitación A La Danza Opus 15

EL GRUÑÓN SUBLIME

Salto en el tiempo. Segunda mitad del siglo XX. Un vienés nacido en Holanda se cisca tan musicalmente en una, su, Austria nacional-socialista-católica, despojo moral, tumefacto y triste, a la que odia con el más trágico y desencantado amor del mundo, que me atrapa en sus redes sin puntuación desde la primera frase. De El origen, en concreto, libro que llegó a mis manos porque, guiado por la bendita curiosidad, lo pispé del atrezzo de una película. Dios bendiga nuestros pecados cuando nos son tan necesarios. Esa primera frase me impidió liberarme de todas las demás hasta que no leí toda su prosa completa, al menos toda la que se ha publicado. Reiterativo hasta el aturdimiento y el éxtasis, el bufón incisivo despieza a dentelladas las miserias de un país, de una sociedad, del ser humano, de sí mismo con una ferocidad, un sarcasmo y un humor tan desesperantes que cualquiera de sus exageradas diatribas contra todo y todos sólo puede ser descrita con un adjetivo: Sublime, palabra que en su arte adquiere un significado más que religioso, absoluto No contento con eso, me voy a París para ver a Michel Bouquet9de3decc-3854-11e0-b3c0-406f0f200999 alcanzar lo imposible con la ayuda de la gracia en Antes de la jubilación, una de sus prodigiosas obras teatrales. Y gracias a 220px-miguel_saenz Miguel Sáez, confirmo de una vez por todas que un traductor tiene que conocer hasta el tuétano la lengua, la música y el alma de un escritor. Leer Corrección, o su pentalogía autobiográfica son un paseo operísitco por el puro orgasmo. Probablemente le guiaban tanto el hartazgo y el anhelo de no dejar títere con cabeza como la coquetería, una infantil y enrabietada necesidad de destacar aunque fuese exagerando, incluso mixtificando. Habla mucho, para muchos demasiado, pero jamás dice nada en vano. El misántropo que execraba la estupidez y la vanidad de los mediocres usaba las palabras como notas musicales, él que amaba hasta la extenuación La flauta mágica, y que se servía de la repetición sistemática, casi histérica, de palabras, construcciones sintácticas e ideas para emular a su peculiar modo al Mozart dios de la armonía, la delicadeza, la belleza y la alegría. Su último deseo fue prohibir toda representación de sus obras en su país. Supongo, no lo sé, que el gran bg-2-sizedBruno Ganz, su actor fetiche, tuvo que irse fuera de Austria para poder otorgar cuerpo y voz a su genial música. Austria le amaba y odiaba con la misma ferocidad, pero sin él, la rica, fastuosa y apabullante Viena de los prodigios sería menos rica, menos fastuosa y menos grandiosa. Se fue al otro mundo sin ganar el Nobel (y van…), pero ríanse de Bob Dylan imaginando por dónde se hubiera pasado él  tal honor… por pura coquetería, eso sí. Thomas Bernhard, secuestró usted mis sentidos y mi entendimiento. Ebrio de usted, le dedico este saludo porque, además, fue usted, con su genio gigantesco, quien más me ayudó a superar la muerte de mi padre. Toque sentimental que usted sabrá despreciar en su justa medida. No me cabe la menor duda.

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Thomas Bernhard (1931-1989)

Continuará…

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