El Palacio De Los Grandes 20

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Lauren, hemos vuelto. Hace tanto que no lo visitábamos, hace tanto que no te veía. Y sin embargo, sus habitantes han ido aumentando en número a medida que el tiempo y el inevitable destino, los mismos que me ha tenido tan alejado de ti, nos los han robado. Ahí están los recién llegados, nos saludan. Vamos a saludarles. ¿Qué tal, signore? Irá mejor cuando me confirmen que aquí también podré preparar los spaghetti con el ajo cortado muy finamente. Te dejarán, Paul. ¿Estás seguro, Ray? Lo estoy. Entonces no hay problema. Paul, Paul Sorvino, monumental en todos los sentidos. ¿Sabe que aún me emociono cuando le veo con su hermano Tony Lo Bianco intentando amar a Stony Gere sin poder hacerlo del todo bien, o al menos no como él lo necesita? Oh, me alegro de que recuerde esa película, pocos lo hacen. Extremadamente sensible, sí, joven. Como usted mismo, que no pudo refrenar las lágrimas cuando le dieron la estatuilla a su hija. No me hable. Incapaz de controlarme. Ahora es ella la que debe estar llorando. Pobrecilla. Todo sensibilidad, Paul, todo sensibilidad. Pero eso no le impidió bordar a ese gángster paternal, implacable e inolvidable. Para Marty, claro. Los spaghetti, el ajo fundido, las albóndigas, el señorío en la cárcel. ¿Y qué me dice de su romántico incurable para Avildsen? Vaya, veo que me recuerda más por mis papeles tiernos. Le recuerdo por su presencia, señor. Impactante. Con ese rostro esculpido para que le ame la cámara, como el de Danny Aiello. Gracias, joven, en serio. He visto a Dan pasar hace un rato. Usted también disfrutó de esos spaghetti, Ray, en ese monumento de película que es Uno de los nuestros. Y usted también estaba monumental, más que nunca. Gracias, me responde Ray Liotta con una mirada que no sé si interpretar como timidez o amenaza. Hablando de amenazas, jamás olvidaré su policía psicópata enamorado de Madeleine Stowe. Imposible no estar enamorado de ella. Estoy de acuerdo. Lauren me pega un codazo. Ray ríe, como un poseso. Pienso en Joe Pesci, ¡cómo no! Y hablando de psicópatas, imborrable el día que le conocí, atizando a Jeff Daniels de lo lindo. Siempre me han dado papeles de romántico obsesivo que sólo sabe declarar su amor a base de amenazas y golpes. No siempre. Estaba usted estupendo bordando a ese chorizo al que ser honrado y honorable no le evita ser acribillado por Brad Pitt. Lo que le digo, nunca se sabía si era bueno, malo o masoquista. Inquietante, sin duda, por encima de todo, le digo. Y se ríe mientras se enciende un cigarrillo. Te cogeré uno, interviene Fred Ward. ¿Aquí no se bebe? Lo que ustedes quieran, dice Steven Franken, el camarero de El guateque, que pasa tambaleándose en ese momento con una bandeja bien surtida. Todos cogen sus respectivas bebidas antes de que caigan al suelo. Sorprendentemente, Ward se sirve un zumo de frutas. Es por culpa del chinito, que me obligaba a hacer unos ejercicios imposibles y logró que me enganchara a la vida sana. Me río. Volví a verle en Remo, desarmado y peligroso hace muy poco, y sigue siendo una película divertidísima. Su química con Joel Grey es impagable. Son ustedes la pareja más improbable que pueda uno imaginar y están maravillosos juntos. Gracias, muchacho. También fue usted Henry Miller, justo en la época en que yo devoraba sus libros. Sí, Phil Kauffman creía mucho en mí, tal vez el que más. Y cómo olvidar al policía desdentado que perseguía a Alec Baldwin y Jennifer Jason Leigh cuando aún parecían unos adolescentes. También recuerdo su atemorizado preso que no se atreve a buscar la libertad tras Clint Eastwood. Ah, en Alcatraz, con el maestro Siegel. Muy joven estaba yo en ese momento. Y de ahí al espacio, donde tampoco consigue llegar por culpa de la claustrofobia. Sí, menea la cabeza, me especialicé en interpretar coitus interruptus. Será por influencia de mamá Kathleen Freeman. Me río. Magnífica su parodia de James Cagney en Al rojo vivo, señor Ward. Y enfrentado a Leslie Nielsen, ni más ni menos. ¿Alguien me ha llamado?, dice Frank Drevlin, que aparece de golpe tras tropezar con una alfombra y evitar por poco chocar con el camarero. No sé ya si me siento en un capítulo de Agárralo como puedas o en una película de Scorsese. Mejor una de Peckinpah, dice ahora Bo Hopkins. Bo, cuánto lamenté su marcha. Para mí, era usted un icono de los setenta. Sí, Sam, Warren, Ben, James, Strother y Harry me han dicho que está usted loco por nuestras películas. Estoy loco por su estética, más real que la realidad misma. Ustedes lograron el milagro de hacer que la vida y el arte se confundieran más que nunca. Sin cortarse un pelo, como cuando le metió usted la lengua en la oreja a la pobre abuela de Grupo salvaje. Jajaja, suelta Bo. Éramos rematadamente indomables, madre mía. ¿Sabe que me costaba verlo en producciones posteriores a las de la década prodigiosa? Está usted tan integrado en ella. Me entraba una nostalgia enorme cuando le veía. Bueno, la verdad es que las mejores películas las hice en los setenta. Es verdad, estaba yo como pegado a la piel de esa época maravillosa como lo está el polvo del camino a las herraduras de los caballos. Y brindamos los cuatro por esos momentos de esplendor que tanto placer me proporcionaron en un pasado no tan lejano. O eso creo yo.

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Bo Hopkins

(1938 – 2022)

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Fred Ward

(1942 – 2022)

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Obituary - Paul Sorvino dies aged 83 - 25 Jul 2022

Paul Sorvino

(1939 – 2022)

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ray-liotta-reconocido-actor-de-goodfellas-fallecio-a-los-67-aosRay Liotta

(1954 – 2022)

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