DE REPENTE, DARREN ARONOFSKY
Hay momentos milagrosos en los que uno sale del cine consciente de que acaba de vivir un evento al que estaba predestinado. Algo que va más allá del gusto personal que se ha educado con la experiencia. O mejor dicho, que lo enriquece como una bendición y una condena, lo que son todas las verdaderas novedades que se te cruzan por el camino. De hecho, no se trata de gusto, ni tan siquiera de la calidad de la película que acaba de ver. Uno se ve irremisiblemente arrebatado por la película que anhelaba sin saberlo, sobre todo, porque se da cuenta de que la necesitaba. Sigue leyendo